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Una lágrima de alma herida.

Alma herida; lágrima perdida de sueños olvidados, enseña mística de otrora; de tiempos en que el gris te mancillaba con rotundidad en las rodillas; porras y agua a presión en los envites a corazón abierto. Sigue leyendo «Una lágrima de alma herida.»

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La madre y la simiente.

El viento me dedica una sonrisa y descubro despacio junto al fuego, las manos que se cruzan en silencio; al juego de la brisa con su pelo. El alma que se queda tan callada; los ojos que deslucen las estrellas; ¡la vida!, el sonar de los laudes en el tiempo que se afana en ocultarse por momentos. Bagaje eterno, montón de sensaciones,  sacudidas dibujadas a empujones de ternuras disfrazadas de tormento; pequeñas aventuras en las mieses junto al fuego. Sigue leyendo «La madre y la simiente.»

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Un canto de amargura

Un canto de amargura; la sombra del lamento que arremete contra el fuego del silencio, sensaciones abatidas por el miedo; rincones de consciencia desmedida. Evoco de postreras ilusiones que se apagan, el fulgor de una noche te asesina cuando, el frío; te llena de quebrantos y vacíos. Amarga la noche sin su día, amarga la canción desesperada, amargan los besos que se mueren, amarga y se desluce en su apatía. Sigue leyendo «Un canto de amargura»

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Cincuenta y cuatro años después

En mi espejo miré la luz del alma dormida, apesadumbrado. Colgada en el afán de superarse, de sentirse el primer culpable de la afrenta, recorrí los lomos del tiempo siempre con las ventanas abiertas…
Descubrí, que quien más adelanta gana, sin premisas, sin el más leve resquicio de silencio, quien da primero da dos veces, y quien se duerme en los laureles de la duda, será condenado al quebranto de su alma…
Desde el perdón de los débiles, se fragua la fortaleza de aquellos que de ellos se aprovechan, y se erigen en el motor del mundo , resultando en esencia el sentido de la vida; unos comen otros son comidos…

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Al uso en la gallardía

Para Mar…

Al uso en la gallardía, inerte de poesía en la mirada, absorta de silencios,  alejada de noches de luna y de ternuras, apocada en el reto de la suerte, descuidada de emociones.

Hoy ha querido sorprenderte el halo de la miel de mis canciones,  y a pocas risas del no quiero, ha venido a buscarte la ternura y de repente, en esta noche oscura, se aprecia tu rostro diferente.

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Padre nuestro que estás en los cielos

Doce campanadas, doce al año renacido, a la fuerte alegría de llegar y sobrevivir al invierno. A doce campanadas y unas horas de un triste aniversario, que por triste me llena el alma de lamento.

Apenas dos lunas me distancian, de aquel día que en horas semejantes a estas mismas, me llamaban para darme la noticia. Él, el coautor de cada una de mis obras, el cantor de tantos sueños rotos, el progenitor del duende que os escribe, cruzó la línea de la noche pasando a completar el brillo en las estrellas. Sigue leyendo «Padre nuestro que estás en los cielos»

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Noches

       Al son de la risa fácil, escondido entre los brillos de cristales resplandecientes, he descubierto una sirena.
       Despacito, lentamente caminando a sus latidos, me dispuse a reencontrarme con los míos y, sin apenas darme cuenta, en unas horas, se enhebraron las estrellas para tejer unas nubes de colores.
       El enervo se incrementó entre palabras sencillas y el brillo de mis ojos, por un momento, vislumbraba a los duendes de los cuentos. Quizá ha sido solo un sueño, uno de esos que otrora engalanaban mis serenas noches y, que ahora, esporádicos me encabalgan a la vida; esta mañana cuando me levanté, me pareció levitar por un momento.
Es tan difícil; pero jamás dejaré en el tintero, que la posibilidad se transforme en una charca de besos.
        Me es tan fácil escribir en tono de tormenta, desquebrajar el alma y desgajar las lunas que me envuelven y, sin embargo, !qué difícil cuando la noche me sonríe!.
Pero no por ello voy a dejar sin escribir la sensación que, sin buscar, me regalaron esta noche, los Ánades que se ocupan de mi suerte.

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Las noches de San Juan

       Apenas los primeros movimientos; las primeras estrofas de las noches de luna. Apenas, el primer tambor esbozando una canción, para que saliese a ver; ¡qué se cuece por ahí!; para pasear la orilla, entre la arena y un desliz de luna llena.

      Es que; la sangre se altera cuando llega Navidad, aunque es más dulce bailar, cuando bailan las sirenas. Él, aunque solo a pasear, ha querido vislumbrar la calidez de la arena. Él, a poca suerte de ver y a otras pocas de escuchar, quiso correr la verbena.

      En esta noche serena, se dejó sentir;

      Daniel.